jueves, 19 de mayo de 2011

TEORIA DE LA ACCIÓN COMUNICATIVA DE HABERMAS

POR: RAMÍREZ S. MARÍA ELVA



Jürgen Habermas filósofo y sociólogo alemán, conocido sobre todo por sus trabajos en filosofía práctica (ética, filosofía política y del derecho). Gracias a una actividad regular como profesor en universidades extranjeras, especialmente en Estados Unidos, así como por la traducción de sus trabajos más importantes a más de treinta idiomas, sus teorías son conocidas, estudiadas y discutidas en el mundo entero. Habermas es el miembro más eminente de la segunda generación de la Escuela de Fráncfort y uno de los exponentes de la Teoría crítica desarrollada en el Instituto de Investigación Social de Fráncfort. Entre sus aportaciones está la construcción teórica de la democracia deliberativa y la acción comunicativa. 

En tal sentido la presente investigación que tiene como finalidad el estudio la teoría del actuar comunicativo cuyo objetivo permite la explicación de los múltiples variados procesos sociales que transcurren en las sociedades modernas y su utilización socializadora en el ámbito de instituciones educativas y su aplicación para el desempeño activo de los actores que se encuentran involucrados en el proceso lo que redundaría en la mejora de la calidad educativa. 

Se considera pertinente la utilización de esta teoría en el ámbito educativo ya que permite la construcción de un sistema que contempla la dinámica de los procesos macroestructurales en interdependencia profundizando en los esfuerzos que realizan los sujetos durante la constitución intersubjetiva de los hechos y objetos de sus experiencias sociales. Son, por otra parte, los propios hechos sociales los que representan la base para las acciones de los sujetos en la complejidad de las sociedades modernas. 

Fundamentado en el mencionado estatus teórico, Habermas se ocupa, en primer lugar, de una elaboración crítica del concepto de «racionalidad comunicativa », que se opone a las reducciones «cognitivo-instrumentales de la razón». En segundo lugar, esboza un concepto bigradual de la sociedad, el cual enlazan «no sólo retóricamente» los paradigmas del mundo vital y del «sistema ». Quiere presentar una «teoría de la modernidad» que persigue la explicación de las «patologías sociales». Parte de la suposición de que los ámbitos vitales comunicativamente estructurados están sometidos en las sociedades modernas a los «imperativos de sistemas de acción independizados y formalmente organizados». La teoría del actuar comunicativo debe llevar a una conceptualización del contexto social de vida, que se refiere a las paradojas de la modernidad. 

De esta manera se puede notar que el interés epistemológico de Habermas reside explícitamente, en la elaboración de una teoría global que permite un análisis crítico de la sociedad industrial capitalista moderna con sus estructuras y mecanismos. Ajustándose a este objetivo proclamado, su aportación principal consiste en ofrecer una teoría para la dilucidación de las estructuras y procesos fundamentales que aparecen, a la vez que dominan, en las sociedades modernas. Su modelo explicativo intenta interrelacionar los contextos prácticos de las experiencias humanas con el nivel de las formaciones «objetivas» del sistema social, es decir, pretende reconstruir la interconexión vital entre el nivel sistémico y el nivel de los contextos cotidianos. Éstos últimos se refieren de forma nítida, a los contextos intersubjetivamente estructurados; aquéllos que se asientan en la dinámica de las relaciones directas y simbólicamente mediados entre sujetos. Las dos esferas señaladas, la sistémica y la de las experiencias vitales, aparecen tanto en la práctica científica como en la organización de la vida moderna. 

Para acometer su análisis, Habermas reconstruye, por un lado la tradición de la teoría de lenguaje de Chomsky, Austin y Apel interrelacionándola con el interaccionismo simbólico, especialmente en la versión de la «teoría de la interacción simbólicamente mediada» de George Herbert Mead. Por otro lado, efectúa una lectura desde un «punto de vista teórico-evolutivo» de Durkheim. No obstante, ni Mead ni Durkheim pueden servir de soporte por sí solos a una teoría de la acción comunicativa; sea porque estén demasiado fijados en el nivel exclusivo de la interacción (Mead), o bien por centrarse demasiado en la sociedad como conjunto omnipotente frente al sujeto (Durkheim). Por lo tanto la propuesta habermasiana queda fuertemente anclada en la conceptualización de G. H. Mead, aunque en gran parte de forma implícita destacándose que para Habermas el actuar comunicativo es el prototipo del actuar intersubjetivo «Se basa en un proceso cooperativo de interpretación a lo largo del cual los participantes se refieren al mismo tiempo a algo que existe en el mundo objetivo, social y subjetivo, aún cuando destaquen en sus expresiones temáticamente sólo un componente de los tres». El objetivo final es, en efecto, el entendimiento y el comunicarse. 

Por lo que la racionalidad comunicativa de los sujetos es aquélla y, según pone de relieve Habermas una y otra vez, la única que hace posible el actuar comunicativo como forma máxima de la interacción social. Los sujetos son potencialmente poseedores de esta racionalidad comunicativa, racionalidad que alude, por tanto, a una competencia comunicativa de los sujetos. De esta determinación se desprende que es la racionalidad comunicativa de las personas la que permite la intervención y organización racional de la vida moderna y la solución de los problemas que derivan de una cosificación de las relaciones comunicativas. Por lo que se determina a partir de este precepto que esta teoría es totalmente adaptable al campo educativo en cualquier nivel ya que una de las razones de ser de la educación es formar al individuo con competencias comunicativas de alto nivel que le permitan socializar sus conocimientos. 

De este modo el enfoque habermasiano parte de la base de que las personas son fundamentalmente sujetos reflexivos y sumidos en un proceso constante de autorrealización, actúan aplicando los criterios de la pragmática universal del lenguaje, con el fin de entenderse y hacerse entender a través de sus acciones. El objetivo último del actuar comunicativo, que es el prototipo del actuar intersubjetivo, que reside en los mismos sujetos y en la solución de los problemas prácticos de la vida. Es en su seno donde crean los contenidos de significados y los objetos de su actuar social. 

A pesar de que en realidad también persigue un fin —aunque en el caso normal de la comunicación cotidiana, ningún fin instrumental-estratégico unilateralmente predeterminado—, el actuar comunicativo, según Habermas, implica tendencialmente la posibilidad de una comunicación simétrica y, por consiguiente, le envuelve una racionalidad distinta, que es la racionalidad comunicativa. Por este motivo el actuar comunicativo se convierte en la categoría básica de su sistema teórico para el análisis estructural de la sociedad moderna. 

Para concluir se considera que bajo este concepto de la situación ideal del habla alude a las condiciones, en este caso máximas, en las cuales se realiza el actuar comunicativo guiado por una racionalidad comunicativa. Ésta es potencialmente posible aún cuando no exista estructuralmente, o bien, cuente con todo tipo de limitaciones estructurales para poder tener lugar. La propuesta habermasiana parte de facto de la base de que existe una comunicación racional que es más que un negociar de intereses individuales. Los sujetos comunicativamente actuantes no son sólo reflexivos y constructivos, que interpretan y construyen activamente su realidad, sino que además de esto cambian y mejoran su realidad dentro del marco estructural, puesto que resuelven conflictos mediante el discurso, tema que lleva a un acuerdo no sólo ficticio; «se basa en convicciones compartidas».

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